La mente y el espejo, o por qué elegí la psicología

(Por Natalia Rodriguez)

Les voy a contar una historia que según creo, nunca le conté a nadie. O la conté pero no con absoluta sinceridad.

La cuestión es que, yo no iba a ser psicóloga.

Yo iba a ser veterinaria. O escritora. O tal vez ambas cosas. Amaba (y aún amo) a los animales, amaba (y aún amo) escribir, así que... tenía sentido.

En algún momento, sin embargo, descubrí que por más que amara a los animales, la veterinaria no era lo mío. Porque lo que yo más amaba, lo que siempre amé... son las historias. Las amaba al punto en que me quedaba leyendo, de chica, hasta altas horas de la madrugada, con una linterna y debajo de mi frazada para que mi mamá no se diera cuenta (y creería que ésa es una de las razones por las cuales hoy tengo la agudeza visual de un topo).

Entonces, por un rato, pensé en hacer cine. Anhelaba crear algo nuevo, una historia que no existiera antes. Una historia que ayudara a soñar e inspirara a las personas, como a mí me habían inspirado tantas otras que había leído.

En algún momento, sin embargo, también desistí de eso. Pensé que no tenía el talento suficiente. Entonces, por un tiempo (un largo tiempo), pensé en ser analista de sistemas, pensé en ser diseñadora, pensé en ser geóloga (sí, geóloga!).

Pensé en cualquier cosa, menos en ser psicóloga.

Mirando para atrás, creo que pensaba demasiado. Yo creía que así se resolvían todos los problemas, que si pensaba lo suficiente en el asunto eventualmente descubriría mi verdadera misión en la vida y se resolvería mi duda existencial. Pero mientras más pensaba, más perdida me sentía. Les voy a contar algo ahora que descubrí luego de varios años de terapia: la mente es como una máquina de pensar que funciona siempre en segundo plano, insidiosa, y la mayor parte del tiempo casi ni la notamos funcionando; como un ventilador que tuviéramos encendido día y noche y a cuyo ruido nos hubiéramos acostumbrado. La mayoría de las cosas que pensamos, son absolutamente innecesarias, superfluas... boludeces, bah. Sin embargo, algunas veces nos susurra otras cosas al oído, cosas que inmediatamente creemos y tomamos como verdaderas, tan reales como lo son el mar o las montañas. Cosas que muchas veces, pueden ser crueles y despiadadas.

Pero mirá que sos fea, eh... Y encima ese corte de pelo... te achuraron. ¿En serio te vas a poner esa ropa? ¿no ves que se te marcan los rollos? Vas a parecer un matambre. ¿Seguro que vas a hacer eso? No seas idiota. ¿No ves que ya pasó la edad de hacer esas cosas? Ubicate. No vas a poder. No tenés tiempo para eso. No tenés plata. No servís para esas cosas. ¿De verdad pensás que le podés gustar? ¡Mirá si le vas a gustar justo vos! Seguro que ya tiene a alguien mejor. Se te van a cagar de risa en la cara. Primer día en tu nuevo trabajo, te va a ir mal. No vas a poder, te vas a equivocar, te van a criticar ni bien te des vuelta. En una semana te rajan. ¿No ves que no le caés bien a nadie? Nadie te respeta. Sos la peor madre del mundo. Cuando entres a dar ese exámen vas a entrar en pánico y te vas a olvidar de todo, DE TO-DO.

Etcétera, etcétera, etcétera.

Si algo de todo esto les suena familiar, no se preocupen: son ustedes seres humanos absolutamente normales. Todxs nosotrxs pasamos una buena parte de nuestras vidas escuchando esa vocecita interna que nos dice toda clase de barbaridades. Barbaridades que muchas veces no nos atreveríamos a decirle ni a nuestro peor enemigo. El problema es que, a veces la muy jodida nos agarra con la guardia baja... y le creemos.

Lo que pasa es que la mayor parte del tiempo nuestra mente hace tan bien su trabajo que nos olvidamos de una cosa, una cosa tan simple, tan tonta, tan básica, que hasta suena ridícula al decirla. Y sin embargo, ahí está, frente a nosotros, tan obvia que no nos damos cuenta.

Son pensamientos. No están afuera, en el mundo, como las montañas. No tienen más realidad ni consistencia que la que nosotrxs les damos. Son como la Reina Mab de la miniserie Merlín, (spoiler alert) que sólo existía y tenía poderes mientras creían en ella. En la escena final, todxs le dan la espalda, dejan de mirarla. Y ella se desvanece. 

Volviendo a mi historia... así estaba yo, enredada con mis pensamientos sobre cuál era el mejor camino a seguir, y el tiempo seguía pasando, y yo continuaba igual, incapaz de elegir un camino u otro.

Fue entonces cuando apareció el espejo.

...

Una vez, en medio de una discusión con una persona muy cercana (ya ni recuerdo sobre qué), esta persona me dijo “¡vos, vos tendrías que ser psicóloga!”. Y de repente... plop, algo pasó. Algo que nunca había pasado. Algo nuevo y que en ese momento no pude ni siquiera expresar con palabras.

Me olvidé de la discusión y del malestar que sentía. Fue como un cachetazo psicológico. Como si las piezas que habían estado desparramadas de pronto se juntaran, se acomodaran en el lugar correcto y formaran una figura. Como apagar el ventilador repentinamente, y descubrir el silencio que se ocultaba detrás de todo ese ruido. Y en el silencio, escuchar el sonido de una gota caer. 

Claro... ¡psicóloga! Era tan obvio… ¿cómo no se me había ocurrido antes?

No podía explicar por qué, y aún hoy no puedo explicarlo del todo. Simplemente... tenía sentido. Fue como una sensación corporal, lo sentí en las tripas. Yo, que no iba a ser psicóloga, que nunca había pensado en ser psicóloga, en ese momento sentí, con absoluta seguridad, que no podría ser otra cosa.

¿Qué había pasado?

En realidad el espejo siempre había estado ahí, pero yo no lo había mirado, demasiado absorta, como estaba, en mis propios pensamientos. 

El problema es que la mente no tolera demasiado mirarse en el espejo, porque el espejo casi siempre le devuelve algo distinto a lo que espera encontrar, muchas veces algo inexplicable e inesperado; y a la mente no le gustan las cosas inesperadas, las cosas que no puede explicar o categorizar o convertir en marañas de palabras.

Rápidamente entonces, mi mente buscó explicaciones para justificar aquel inesperado evento. La primera de ellas fue, irónicamente, ella misma.

Claro, si la mente humana siempre me resultó tan interesante… ¿por qué no dedicarme a estudiarla, a conocerla, a comprenderla lo mejor posible?

¡Astuta mente! Durante mis primeros años en la carrera, ella misma fue mi mayor motivación. Descubrir sus secretos, desentrañar sus misterios y utilizar su potencial al máximo para mejorar la vida de las personas.

Sepan ustedes comprender... la megalomanía de la mente no tiene límites.

...

Pero por suerte, no estamos solxs con nuestra mente. También está el espejo.

Está siempre ahí, frente a nosotrxs, y a la mente no le gusta mirarse en él. Porque cuando lo miramos de verdad, pero de verdad, ella se desvanece.

El espejo son lxs otrxs.

Otro día hablaré (quizás) de cómo vemos en lxs otrxs cosas de nosotrxs mismxs; de cómo proyectamos en lxs demás lo que nos gusta y lo que no nos gusta de nuestra propia persona, y qué defensas usa nuestra mente para protegernos de ese reflejo.

Hoy no voy a hablar de eso, sino de algo más profundo aún que todos los mecanismos defensivos; lo que aparece cuando esos mecanismos caen, y logramos por un momento ver realmente al otrx, salir de nuestra burbuja personal y realmente escuchar. Escuchar lo que hay por debajo de su enojo, o de sus lágrimas, o de sus lamentos, o de sus reclamos, o de sus aires de superioridad, o de sus palabras hirientes o irónicas; de cualquier cosa que su propia maraña mental le esté dictando. Escuchar lo que realmente nos quiere decir.

Y aunque parezca paradójico, es ahí, cuando realmente logramos ver al otrx, donde nuestro verdadero ser aparece. Detrás del ruido de su mente y de la nuestra, en ese silencio. El silencio exterior e interior que debemos crear para poder ver al otrx, para poder escucharlx, sin defendernos, sin juzgar, incluso sin pretender entender. Tan sólo estando ahí, con el otrx.

El espejo es el otrx, y sólo mirando al otrx podemos vernos a nosotrxs mismxs.

Yo creí que entraba en la psicología por la mente, pero en realidad fue por el espejo. Cada vez que estoy frente a un paciente, y logro acallar la cháchara de mi mente y escucharlx, me asomo un poco a ese espejo. Y lo que aparece ahí, siempre… es maravilloso. 

Es lo que más amo en el mundo.

...

Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me dijo que estamos hechos de historias. 

Eduardo Galeano.

Todo lo que nos pasa en la vida, lo entendemos en forma de historias. Todo lo transformamos en historias. Historias alegres o tristes, historias en las que tenemos un rol protagónico o un papel secundario. Historias románticas, comedias o dramas, en las que somos héroes o víctimas; historias que proclamamos a los cuatro vientos o que nos llenan de vergüenza y apenas nos atrevemos a susurrar. Nuestras historias nos dicen quiénes somos en la vida, hacia dónde vamos, qué somos capaces de hacer y qué podemos alcanzar.

Necesitamos historias para vivir. Y yo, que no me sentía capaz de dedicarme a crearlas, sin saberlo y dando un rodeo, terminé haciendo algo aún mejor: ayudar a otras personas a escribir las suyas. A desenmarañarlas, a reescribirlas, y principalmente, a comprender que esas historias, así como los pensamientos, no son como las montañas. No están fijas, quietas, ahí, en el mundo: son nuestras, son nuestra creación, podemos armarlas y desarmarlas, podemos cambiarlas, o podemos dejarlas como están pero sin sufrirlas, simplemente leerlas, observarlas, incluso disfrutarlas. Y a descubrir que pueden crearse historias nuevas, historias que no existían antes, historias que nos permitan soñar y que nos inspiren.

Esto, mis amigxs, es poner la mente frente al espejo. Y todo esto, pasa en el consultorio.

Esa es mi historia. Es mi trabajo y mi pasión.

Ah... y además, ahora tengo un blog.

¡Sean todxs bienvenidxs a leerlo!

Comentarios

Cierto

Genial amiga!!!

Sobre la mente y el espejo.....

Hermoso,Naty!!! Sabés una cosa?? Sos psicóloga Y escritora....Orgullo!!!

Muy bueno

Simplemente me encantó.

Felicitaciones!!!!

Nada más que eso, porque no hay palabras para expresar la alegría inmensa que siento por vos. Nunca dejás de asombrarme. Hermoso y muy sentido lo que escribiste. Como siempre...compré! Suerte Hija!

:D

Muy lindo hermana, éxitos!!!! :)

feliz estreno!

Genial! Escuchaba tu voz en mi cabeza mientras leia, y me dio mucha alegria saberte tan bien y con tantas ganas, contagia tu pasión y dan ganas de querer leer más! Excelente trabajo nati, muchas felicitaciones!

Feliz inicio!!!!!

Me encantó leerte Nati.
Quien dijo que no sos escritora? Ja, ja!
El tema del espejo resuena en mí también.
Cuántas veces me veo cuando veo de verdad al otro!
Cuánto pude aprender de aquellos a los que ayudo a aprender, de sus historias, de sus familias, de sus trayectos!
Abrazo!

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